Maduro resiste y provoca fracaso tras fracaso a EUA y su títere Guadó, el cual prácticamente ya no le es útil a Washington, pero el Imperio no desistirá de ganar la guerra

El imperio no desistirá
por Marcelo Zero

Pero esta segunda batalla vencida por Maduro no significa que la guerra está ganada.
De hecho, de la batalla ganada con brillo por los bolivarianos, quedaron dos hechos preocupantes.
El primero se refiere al éxito de la CIA en cooptar al jefe del "Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional" (Sebin), general Manuel Christopher Figueroa, que habría huido a Puerto Rico, después de haber colaborado en la ejecución del intento de golpe y en la liberación de Leopoldo López, el líder de la extrema derecha venezolana.
Aunque no comandaba tropas, Figueroa ocupaba puesto central en la defensa del gobierno constitucional.
El segundo, tiende a la promesa o supuesta promesa de adhesión al golpe de algunas figuras importantes del gobierno bolivariano. El presidente de la Corte Suprema, el juez Maikel Moreno, y el comandante de la guardia presidencial, Ivan Rafael Hernández Dala, entre otros, habrían prometido apoyo al moleque de la CIA, según John Bolton, el ministro de Defensa, Vladimir Padrino.
Tal revelación permite varias interpretaciones. Puede ser simple contrainformación destinada a provocar sospechas contra cuadros importantes del gobierno. Es posible también que tales "promesas" hayan sido hechas para precipitar y hacer fracasar el golpe, exponiendo de esa forma los mecanismos criminales de los golpistas.
Es decir, es posible que la CIA haya sido engañada en su propio juego.
Pero también es factible que tales promesas hayan sido genuinas y que no se concretar porque, llegado la hora, se constató que la correlación de fuerzas dentro de los ejércitos venezolanos aún no era favorable a los golpistas.
Esta última hipótesis es realmente preocupante, pues revelaría que el sistema de cooptación estaría funcionando y podría, con el tiempo, amalgamar suficiente apoyo en las fuerzas armadas de Venezuela para la promoción de disenciones capaces de propiciar un golpe militar.
No sería tarea fácil, sin embargo.
Venezuela se está preparando para una guerra asimétrica, no convencional, desde, al menos, 2006, cuando se oficializó el "Nuevo Pensamiento Militar Venezolano".
En esta nueva estrategia militar, la defensa no se asienta más sólo en el ejército regular, sino en una amalgama entre las fuerzas regulares y la "resistencia popular".
En efecto, el escenario de conflicto con el que se trabaja desde hace tiempo en Venezuela no es un escenario de guerra convencional, sino un escenario de guerra de resistencia popular o de guerra de guerrillas, contra enemigos externos o enemigos internos apoyados por fuerzas externas.
Para hacer frente a ese nuevo escenario, hubo cuatro importantes movimientos simultáneos:
a) La reestructuración de las carreras militares, con relativa atomización de la cadena de mando e incorporación de organizaciones populares en la estructura militar, lo que genera gran flexibilidad operacional y mayor compromiso de las fuerzas regulares con la resistencia popular.
b) La amplia difusión geográfica del equipamiento militar venezolano por todo el territorio nacional, lo que, combinado con la flexibilidad operativa y de mando, dificulta mucho la neutralización de la resistencia.
c) las inversiones pertinentes en nuevos armamentos que aseguran disuasión estratégica, como cazas Sukhois SU-30, misiles S-300 y tanques T-72.
d) La creación de la Milicia Bolivariana, fuerza autónoma compuesta por reservistas y grupos de resistencia, que hoy congrega a unos 500 mil hombres y mujeres armados.
En el pasado reciente, la cooptación de militares venezolanos para un golpe o la derrota de Venezuela en una guerra asimétrica habría sido algo relativamente fácil de alcanzar, dada la estructura convencional, verticalizada y oligárquica de aquellas fuerzas de antaño.
Hoy, el escenario es diferente.
La cooptación de militares para un golpe se hizo mucho más difícil, pues sería necesario convencer a un número muy grande de oficiales de alta patente, esparcidos por todo el territorio venezolano. Además, estos oficiales están sometidos a un cierto monitoreo popular.
No se trata, como nuestra prensa besa y desinformada afirma, de un control hecho por "oficiales cubanos".
A la vez que Venezuela es controlada por Cuba, un país mucho menor geográficamente, demográficamente, económicamente y hasta militarmente es el colmo de la imbecilidad.
Sería lo mismo que suponer que las fuerzas armadas de Brasil podrían ser controladas por oficiales bolivianos.
Creer en eso es lo mismo que creer en el kit gay y el biberón erótico. Significa creer en cualquier fake news inventado por la administración Trump.
Además de la cooptación ser más difícil, la capacidad de Venezuela para resistir a una guerra asimétrica es mucho mayor.
Una intervención militar enfrentaría gran resistencia, no sólo de las fuerzas regulares como de las milicias bolivarianas. Podría ser, de hecho, algo parecido a un nuevo Vietnam.
El Imperio, sin embargo, no desistirá en su intento de derribar a Maduro.
La estrategia obvia y más fácil, ya anunciada, es ampliar el bloqueo comercial económico contra Venezuela, que ya provocó la muerte de unos 40.000 venezolanos, según un estudio elaborado por el famoso economista Jeffrey Sachs, con la esperanza de conseguir apoyo militar y popular interno suficiente para la promoción de un golpe.
En ese caso, EEUU, junto con sus países satélites reunidos en el Grupo de Lima, podrían apoyar políticamente, logísticamente o incluso militarmente la extrema derecha de Venezuela. 
Sin embargo, el desenlace más probable en este escenario sería el de una guerra civil de larga duración y de consecuencias imprevisibles, incluso con la posibilidad de internacionalización del conflicto, ya que Rusia y China, que tienen grandes intereses económicos y geopolíticos en Venezuela, no quedarían omitidos ante la eventual intervención de EEUU y de sus lacayos regionales.
Algunos alegan que Estados Unidos no se atrever a intervenir militarmente en Venezuela, especialmente si se toma y consideración la actual preparación de nuestro vecino en enfrentar un escenario de guerra asimétrica y el apoyo de Rusia y China a los bolivarianos.
No obstante, hay que analizar que ningún presidente estadounidense dudó en promover intervenciones y guerras, siempre que hubiera suficiente apoyo político interno para ello.
Incluso Obama resolvió apoyar la intervención en Libia, por ejemplo, así como la intervención en Siria, ambas fracasadas. Lo que dirá Trump.
Es claro que, incluso en ese caso extremo, no debería haber tropas en tierra, sino sólo bombardeos "quirúrgicos" contra blancos seleccionados.
Hay otros tres aspectos a considerar, en este caso.
El primero se refiere al imperativo geopolítico de EEUU de reconstruir América Latina como su espacio de influencia exclusivo, conforme a la nueva Doctrina Monroe.
Estados Unidos está a la defensiva en Eurasia y no sabe cómo enfrentar la alianza entre China y Rusia y las iniciativas geoeconómicas de la primera, especialmente la de la nueva ruta de la seda. Por eso, es fundamental para ellos recuperar el control exclusivo de todo el continente americano, alisando a Rusia y China de la región.
El segundo, ligado al primero, es el relativo a la necesidad de asegurar el acceso privilegiado y exclusivo a las mayores reservas probadas de petróleo del planeta, disputadas también por China, India y varios otros países.
Hoy, cerca del 70% de las exportaciones de petróleo de Venezuela van a China, India y Singapur.
El tercero, y quizás lo más importante, se refiere al hecho de que las guerras e intervenciones militares pueden ser bastante rentables para los Estados Unidos, aunque pueden causar impactos presupuestarios negativos a corto plazo.
Al menos el 10% del PIB industrial norteamericano proviene directamente del llamado complejo industrial-militar, protegido de la competencia y sostenido por los gastos del Estado de Estados Unidos. Es allí donde están los empleos más calificados, inmunes a las actuales limitaciones del consumo doméstico privado.
El estímulo mayor a ese complejo podría generar beneficios a grandes empresas y empleos para la agenda económica y política de America First de Trump.
Recuerde que Estados Unidos sólo salió realmente de la Gran Depresión de 1930, a lo largo de la Segunda Guerra Mundial, que generó una enorme demanda estatal para la industria norteamericana.
Por lo tanto, no se debe descartar una intervención militar, aunque limitada, de EEUU en Venezuela.
A medida que las opciones económicas y políticas de los embargos y las amenazas van fracasando, se vuelve más probable. Incluso habiendo perdido varias batallas, el Imperio no desistirá de ganar esa guerra.
Para los intereses objetivos de Brasil, una guerra civil en Venezuela o aún un golpe exitoso serían un desastre. En el primer caso, por motivos obvios. En el segundo, porque la extrema derecha de Venezuela pondría, de nuevo, el país en la órbita exclusiva de los intereses estratégicos de EEUU. Brasil no tendría gran espacio de proyección en una Venezuela sometida a Trump.
El único escenario que interesaría a Brasil sería el de la solución política pacífica para el conflicto interno de nuestro vecino, que preservara la capacidad de Venezuela de mantener una política externa relativamente autónoma y su apuesta histórica reciente en la integración regional y la diversificación de sus alianzas estratégicas , incluida la de Brasil.
Este era el escenario en el que Brasil venía empeñándose, cuando aún tenía una política externa racional y adecuada a sus principios constitucionales.
Ahora, sin embargo, mientras el Imperio persiste en la defensa de sus intereses a toda costa, el Brasil de Bolsonaro ya renunció a la defensa de sus intereses propios, a un costo altísimo para nuestro futuro.
Y el actual gobierno de Brasil lo hizo a cambio de nada. Lo hizo sólo para agradar a Trump y seguir los consejos de un astrólogo.
Es lo que da no estudiar filosofía, sociología, economía, geopolítica y otras disciplinas de las ciencias humanas.

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